lunes, 22 de noviembre de 2010

Larsen

Esta es la única foto que poseo de mi querido y escurridizo amigo Larsen, oscuro personaje de origen hispano-danés que en breve comenzará a colaborar en mi blog colgando sus microrelatos. Este es el primero de lo que espero sea una larga colaboración.
FERNANDO POO
Era pequeña, muy menudita y delgada, y tenía unos ojos azules que a veces parecía que transparentaban. Me gusta recordarla ataviada de negro riguroso, a Dios gracias sin pañuelo que cubriera su cabello blanco, con la falda remangada por   encima de la rodilla y descalza, dando interminables paseos a la orilla del mar en una playa del norte.

La abuela comentaba feliz que el agua fría y salada favorecía y estimulaba la circulación de sus cortas e infantiles piernas.

Nuestra abuela preparaba deliciosas tortillas de patata individuales con los ingredientes que cada nieta prefería. A M. con mucha cebolla y algo de pimiento, a K. sin nada que no fuera exclusivamente patata, huevo y sal, a N. con un poquito de tomate rallado.

Han pasado más de quince años desde su muerte y hace pocos días soñé con ella.
La abuela preparaba tortillas pero en vez de ojos azules tenía unas cuencas negras y llorosas que dificultaban y entorpecían su labor por lo que las tortillas llegaban a nuestros platos grasientas y bastante mal hechas.

Recuerdo también una frase recurrente que esta mujer menuda empleaba cada vez que quería expresar su amor hacia nosotras: “Os quiero como de aquí a Fernando Poo”.

Durante años y mientras seguíamos siendo niñas, las nieta atribuíamos a esta frase propiedades milagrosas que podían resolver cualquier conflicto invocando al amor y asignándole una distancia entre nosotras y un lugar remoto que ni siquiera sabíamos si existía o era producto de la imaginación de una nonagenaria aficionada a los refranes.

Con los años y a medida que abandonaba la adolescencia, fui obsesionándome con la frase hasta hacer de ella una herencia muy personal que me mantenía unida a la abuela más allá del tiempo y la memoria, pero el mítico lugar denominado Fernando Poo seguía siendo un misterio sin saber muy bien si se trataba de un lugar real o una simple quimera.
La paciencia no es mi fuerte ni mucho menos la geografía y los pocos e imperfectos mapas que consulté no me mostraban ningún lugar llamado así.
Siguió pasando el tiempo y la casualidad quiso jugar a mi favor cuando menos me lo esperaba y el asunto geográfico estaba prácticamente olvidado.
Estaba en la cafetería de la facultad tomando café y un guapo de aproximadamente mi edad se situo a mi lado y comenzó a hablarme como si nos conociéramos de toda la vida. El quería follar y yo terminar mi café y dirigirme lo antes posible al aula donde haría el último examen del día. El tío era insustancial, prepotente y tenía unos labios carnosos y bonitos que no podía dejar de mirar a pesar de mi firme deseo de mandarle a paseo. Pero reparé también en sus libros, todos ellos de geografía y no me lo pensé dos veces. ¿”Tú sabes si existe un lugar llamado Fernando Poo y donde se encuentra?.
En menos de dos minutos me ubicó el lugar en un mapa y añadió algunos datos históricos para que me situara minimamente.
Una vez conseguida la información despaché al ridículo Don juan, de hermosos labios, dentadura perfecta y enormes ojos grises, y me encaminé al aula que me correspondía.

Fernando Poo es una isla volcánica situada frente a las costas de Guinea Ecuatorial y que como el resto del país en el que se integra,  perteneció a España hasta el año 1959.
Durante la década de los cuarenta y cincuenta muchos españoles realizaron su servicio militar en esta  isla y era habitual que en las cartas que recibían de sus novias españolas, estas concluyeran sus misivas con un emocionado “te quiero de aquí hasta Fernando Poo”.

De mi abuela no he recibido sus fascinantes ojos celestes pero buena parte de su amor hacia los demás se condensa en esta frase que solo empleo con aquellas personas que realmente me estremecen.